Cuando te sientes de verdad a gusto en un sitio, ¿a qué quieres compartirlo con tu familia, con tus amigos, y te gusta contárselo a todos para que descubran por qué te sientes así? Pues eso me pasa a mí con Finca Loranque.
Muchos de vosotros ya lo conocéis. Y sabéis los motivos que hacen que adore este sitio. Algunos se pueden contar…y otros no. Voy a intentar resumiros algunos de los primeros. Está a tan sólo una hora de Madrid y a unos 15 minutos de Toledo, pero aquí te sientes muy, muy lejos de la ciudad. A medida que avanzas por el camino que lleva hasta las dependencias de la finca, te vas adentrando en otro mundo. Un paisaje rodeado de viñedos, olivar y vegetación silvestre. La aparición de pequeños animalillos y aves que siempre te sorprenden. Aromas de campo que varían según la época del año. Y un ambiente de paz y sosiego que todo lo impregna.
Grandes espacios
La edificación la constituye una casa de labranza siglo XVIII, perfectamente conservada a lo largo de los años, que está inventariada Bien de Interés Cultural. En ella destaca como espacio más relevante la espectacular bodega, una de las más antiguas de España. Pero pasear por sus románticos jardines o adentrarse en pleno campo, siempre aporta momentos de relax.
Hay distintos espacios pensados para ser el lugar más idóneo en cada momento y circunstancia: un pequeño comedor privado para reuniones de amigos; una moderna sala para un aperitivo informal, realizar catas o desarrollar otras actividades; un gran salón para celebraciones de todo tipo –entre las que destacan las bodas-; un recoleto patio para disfrutar de momentos más reservados, y un sin fin de opciones entre las que elegir.
Esta holgura y desahogo que proporcionan los espacios grandes, pero a la vez acogedores, me transmite una gran sensación de calma, de sentirme a gusto de verdad.
Y si a esto unimos que se trata de un espacio exclusivo, que vas a compartir sólo con quién tú elijas, el sentimiento que te transmite está muy próximo a la ¡Felicidad!
Me ha quedado un poco cursi. Lo admito. Pero imaginaos en un bello entorno natural, rodeados de quienes quieres, en una acogedora estancia sólo para vosotros, con una copa de vino en la mano…a que apetece que se pare el reloj y dure todo el tiempo del mundo.
A mi, en Finca Loranque, se me para el tiempo.
¡¡Qué más puedo pedir!!